
A) Sublevación militar e internacionalización.
Causas.
La Guerra Civil es uno de los temas centrales de la historia contemporánea de España y sus causas hay que buscarlas en su propio devenir histórico. Este reconocimiento, que hoy parece evidente, no lo ha sido tanto hasta hace relativamente poco. En líneas generales han predominado dos teorías en la discusión sobre las causas del conflicto, que se han caracterizado por atribuir su origen a la intervención de fuerzas exógenas. Una ha hablado de la guerra como consecuencia de la intervención fascista; la otra tomó como factor desencadenante de la contienda la existencia de un complot comunista. Lo cierto es que ni el fascismo ni el comunismo fueron las fuerzas motrices de la tragedia. Sus orígenes hay que buscarlos en causas remotas, que se remontan a los inicios del siglo XIX, junto a los antecedentes inmediatos de la compleja dinámica política de la II República:
· Debido a la falta de renovación en las estructuras del Estado (fracaso del proceso modernizador, escasa industrialización, tradicionalismo político), a la incomprensión secular entre las distintas clases sociales y a las enormes desigualdades económicas y territoriales.
· Por la resistencia política y social para concretar los cambios que demandaba la sociedad española. Y
· Favorecidas por el deterioro del orden público; con atentados a líderes políticos y militares de ambos bandos, asalto y quema de templos, heridos en choques armados, huelgas generales o parciales, destrucción de locales de periódicos o partidos políticos, colocación de bombas en domicilios particulares, etc. El asesinato de Calvo Sotelo, líder del Bloque Nacional, el 13 de julio, en represalia por el del teniente de asalto José Castillo un día antes serviría del pretexto al golpe militar y al inicio de la Guerra Civil.
La sublevación militar.
El golpe de Estado fue fundamentalmente una iniciativa militar en la que apenas participaron civiles. La Falange, si bien estaba enterada de dichos proyectos, apenas tuvo capacidad de influencia en la conspiración. Y el resto de las fuerzas y grupos de presión que apoyaron la sublevación tampoco parece que participaran en su organización. Por otra parte, el objetivo de los militares no era la restauración monárquica y carecía de proyecto político, sino que respondía a la necesidad de acabar con el Frente Popular y restablecer el orden en un Estado republicano autoritario y centralista. Si bien, por ello, el golpe se encuadra dentro de la tradición de pronunciamientos militares del XIX, en la cual estaban formalizados los cambios violentos de gobierno, a diferencia de casos anteriores la sublevación no se resolvió en un plazo breve –como probablemente creían los conspiradores- lo que abocó al país a la guerra más cruenta de la historia de España y trastocaría su endeble proyecto político.
El alzamiento militar tuvo lugar en la mañana del 17 de julio de 1936 entre las tropas del ejército de África con sede en Melilla, donde el general Franco se pone al frente de los sublevados. Un día después se generaliza por toda España, triunfando en el Protectorado de Marruecos, en Navarra, en Sevilla, en Galicia, en Castilla, en Mallorca, en parte de Extremadura, y en ciudades como Zaragoza, Vitoria u Oviedo. Madrid, la cuenca mediterránea, la cornisa cantábrica, y grandes zonas de Castilla-La Mancha y Andalucía permanecieron leales al gobierno republicano. El día 19 de julio dimite Casares y Azaña encarga la formación de gobierno a Diego Martínez Barrios, presidente de las cortes, propiciando un giro hacia la derecha que posibilitara una negociación con los sublevados. La negativa de Mola supuso la dimisión de Barrios y el traslado del encargo a José Giral, político de izquierdas, que decreta la entrega de las armas a las milicias obreras formadas por partidos y sindicatos. Todo apuntaba a una guerra larga: los insurrectos habían fracasado en su plan de dominar Madrid, y el potencial militar estaba equilibrado.
La relación de fuerzas militares, en el aspecto meramente numérico, al menos al inicio de la contienda, resultó ligeramente favorable a los sublevados, al contar con las tropas coloniales destacadas en Marruecos. Sin embargo, al gobierno fueron fieles mayoritariamente la Marina y la Aviación y además controlaba, al menos sobre el papel, la mayor parte de los recursos económicos del país pues en su poder habían quedado las regiones más pobladas y los principales núcleos urbanos. Por otra parte, la organización militar de los alzados estaba en mejores condiciones para formar un ejército potente, mientras que el gobierno republicano tuvo dificultades para activar todos sus recursos debido al caos reinante en los primeros meses de guerra.
La Guerra Civil es uno de los temas centrales de la historia contemporánea de España y sus causas hay que buscarlas en su propio devenir histórico. Este reconocimiento, que hoy parece evidente, no lo ha sido tanto hasta hace relativamente poco. En líneas generales han predominado dos teorías en la discusión sobre las causas del conflicto, que se han caracterizado por atribuir su origen a la intervención de fuerzas exógenas. Una ha hablado de la guerra como consecuencia de la intervención fascista; la otra tomó como factor desencadenante de la contienda la existencia de un complot comunista. Lo cierto es que ni el fascismo ni el comunismo fueron las fuerzas motrices de la tragedia. Sus orígenes hay que buscarlos en causas remotas, que se remontan a los inicios del siglo XIX, junto a los antecedentes inmediatos de la compleja dinámica política de la II República:
· Debido a la falta de renovación en las estructuras del Estado (fracaso del proceso modernizador, escasa industrialización, tradicionalismo político), a la incomprensión secular entre las distintas clases sociales y a las enormes desigualdades económicas y territoriales.
· Por la resistencia política y social para concretar los cambios que demandaba la sociedad española. Y
· Favorecidas por el deterioro del orden público; con atentados a líderes políticos y militares de ambos bandos, asalto y quema de templos, heridos en choques armados, huelgas generales o parciales, destrucción de locales de periódicos o partidos políticos, colocación de bombas en domicilios particulares, etc. El asesinato de Calvo Sotelo, líder del Bloque Nacional, el 13 de julio, en represalia por el del teniente de asalto José Castillo un día antes serviría del pretexto al golpe militar y al inicio de la Guerra Civil.
La sublevación militar.
El golpe de Estado fue fundamentalmente una iniciativa militar en la que apenas participaron civiles. La Falange, si bien estaba enterada de dichos proyectos, apenas tuvo capacidad de influencia en la conspiración. Y el resto de las fuerzas y grupos de presión que apoyaron la sublevación tampoco parece que participaran en su organización. Por otra parte, el objetivo de los militares no era la restauración monárquica y carecía de proyecto político, sino que respondía a la necesidad de acabar con el Frente Popular y restablecer el orden en un Estado republicano autoritario y centralista. Si bien, por ello, el golpe se encuadra dentro de la tradición de pronunciamientos militares del XIX, en la cual estaban formalizados los cambios violentos de gobierno, a diferencia de casos anteriores la sublevación no se resolvió en un plazo breve –como probablemente creían los conspiradores- lo que abocó al país a la guerra más cruenta de la historia de España y trastocaría su endeble proyecto político.
El alzamiento militar tuvo lugar en la mañana del 17 de julio de 1936 entre las tropas del ejército de África con sede en Melilla, donde el general Franco se pone al frente de los sublevados. Un día después se generaliza por toda España, triunfando en el Protectorado de Marruecos, en Navarra, en Sevilla, en Galicia, en Castilla, en Mallorca, en parte de Extremadura, y en ciudades como Zaragoza, Vitoria u Oviedo. Madrid, la cuenca mediterránea, la cornisa cantábrica, y grandes zonas de Castilla-La Mancha y Andalucía permanecieron leales al gobierno republicano. El día 19 de julio dimite Casares y Azaña encarga la formación de gobierno a Diego Martínez Barrios, presidente de las cortes, propiciando un giro hacia la derecha que posibilitara una negociación con los sublevados. La negativa de Mola supuso la dimisión de Barrios y el traslado del encargo a José Giral, político de izquierdas, que decreta la entrega de las armas a las milicias obreras formadas por partidos y sindicatos. Todo apuntaba a una guerra larga: los insurrectos habían fracasado en su plan de dominar Madrid, y el potencial militar estaba equilibrado.
La relación de fuerzas militares, en el aspecto meramente numérico, al menos al inicio de la contienda, resultó ligeramente favorable a los sublevados, al contar con las tropas coloniales destacadas en Marruecos. Sin embargo, al gobierno fueron fieles mayoritariamente la Marina y la Aviación y además controlaba, al menos sobre el papel, la mayor parte de los recursos económicos del país pues en su poder habían quedado las regiones más pobladas y los principales núcleos urbanos. Por otra parte, la organización militar de los alzados estaba en mejores condiciones para formar un ejército potente, mientras que el gobierno republicano tuvo dificultades para activar todos sus recursos debido al caos reinante en los primeros meses de guerra.
Internacionalización del conflicto.
Ante la gravedad que va adquiriendo la situación española, las potencias europeas firman un pacto de no intervención (julio-agosto de 1936) que no se cumplirá en la práctica. Los dos bandos contarán con ayudas exteriores difícilmente cuantificables:
- Los sublevados, recibirán la ayuda de Alemania, canalizada a través de la HISMA, Compañía Hispano-Marroquí de Transporte: armamento, entorpecimiento de la flota republicana y contingente aéreo (Legión Condor); de Italia, a través de la SAFNI, Sociedad Anónima Financiera Nacional Italiana: unidades de tropa, más numerosas pero menos efectivas que las alemanas; y Portugal: su frontera servirá de paso para los suministros nacionales; en menor número envió tropas voluntarias.
- El bando republicano, de la Unión Soviética: aviones artillería y asesores militares; y de las Brigadas Internacionales: alrededor de 50.000 (según las fuentes), combatientes de diversa procedencia y con sede central en Albacete.
Ante la gravedad que va adquiriendo la situación española, las potencias europeas firman un pacto de no intervención (julio-agosto de 1936) que no se cumplirá en la práctica. Los dos bandos contarán con ayudas exteriores difícilmente cuantificables:
- Los sublevados, recibirán la ayuda de Alemania, canalizada a través de la HISMA, Compañía Hispano-Marroquí de Transporte: armamento, entorpecimiento de la flota republicana y contingente aéreo (Legión Condor); de Italia, a través de la SAFNI, Sociedad Anónima Financiera Nacional Italiana: unidades de tropa, más numerosas pero menos efectivas que las alemanas; y Portugal: su frontera servirá de paso para los suministros nacionales; en menor número envió tropas voluntarias.
- El bando republicano, de la Unión Soviética: aviones artillería y asesores militares; y de las Brigadas Internacionales: alrededor de 50.000 (según las fuentes), combatientes de diversa procedencia y con sede central en Albacete.
Foto: Muerte de un miliciano. Robert Capa.
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