
martes, 30 de marzo de 2010
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martes, 23 de marzo de 2010
lunes, 22 de marzo de 2010
Bloque 4: CRISIS DEL ESTADO LIBERAL.Tema 7.- ALFONSO XIII Y LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN.
Publicado por MANUEL en 9:53 0 comentarios
A) PROYECTOS DEL REGENERACIONISMO POLÍTICO.
1. Características de la vida política: la permanente inestabilidad.
El periodo que va de 1902 a 1923 transcurre en una permanente crisis política que afecta a los fundamentos mismos del sistema de la Restauración. Las causas de esa inestabilidad y de la incapacidad de los sucesivos gobiernos para superarla fueron muy diversas. Hay que mencionar, en primer lugar, la personalidad del rey. Alfonso XIII jugó desde el principio un papel activo: se implicó en los cambios de gobierno, participó en la acción política, y se rodeó del sector más conservador del generalato, por cuyas opiniones se dejó influir de forma continua. Su actitud de apoyo a la Dictadura sería decisiva para el descrédito final en que cayó la Monarquía.
Una segunda causa fue la división de los partidos del «turno», provocada por la
desaparición de los dirigentes históricos y las luchas entre los nuevos políticos emergentes por el control de sus grupos. Además, ni liberales ni conservadores tuvieron líderes claros, capaces de poner al día sus partidos.
El progresivo debilitamiento del caciquismo restó eficacia al falseamiento electoral.
Las denuncias de los regeneracionistas obligaron a limitar las manipulaciones en las zonas agrarias. Además, el mayor peso del voto de las ciudades, donde apenas era posible el fraude, fue poco a poco restando influencia a la corrupción política.
Como resultado, las mayorías en las Cortes fueron precarias. Al fraccionamiento
parlamentario contribuyó la aparición y el crecimiento de otros partidos políticos. Socialistas, radicales, republicanos y nacionalistas incrementaron cada vez más su fuerza electoral. Desde 1917, ningún partido era capaz de formar gobierno por sí solo, lo que llevó a recurrir a los gobiernos de concentración donde participan varios partidos.
2. Los grandes problemas del país.
A lo largo del reinado hubo una serie de grandes problemas que marcaron la vida política. El primero de ellos fue el aumento de las luchas sociales. En su origen están la mayor conciencia de clase de obreros y campesinos y el aumento de su capacidad de movilización. Ante las demandas obreras, la acción de los gobiernos fue escasa, y las posiciones cada vez más enfrentadas entre patronos y trabajadores hicieron más agudos los conflictos.
El segundo gran problema fue la reaparición de la cuestión religiosa, al agudizarse
las denuncias de sectores progresistas sobre el dominio que la Iglesia ejercía sobre la enseñanza y por el aumento significativo del número de religiosos. Socialistas, republicanos y un sector significativo del Partido Liberal reclamaron que se recortara su poder, que se limitara el número de congregaciones y que se regulara el matrimonio civil. El anticlericalismo se fue extendiendo en buena parte de la opinión pública urbana, y sobre todo entre las clases populares.
En tercer lugar resurgió el llamado problema militar. La guerra de 1898 había
demostrado la degradación de las Fuerzas Armadas, en las que sobraban oficiales y jefes y faltaban recursos materiales. A un estamento militar herido, que atribuía toda la responsabilidad de la derrota a los políticos y que reivindicaba la vuelta al papel protagonista que el Ejército había desempeñado en el siglo XIX, se enfrentaban sectores antimilitaristas y una prensa liberal hostil que acusaba a los militares de la derrota.
La cristalización de los movimientos nacionalistas vasco y catalán fue percibida
desde los partidos de turno como otro gran problema. El Desastre produjo en el País Vasco un incremento del nacionalismo. Pero fue sobre todo en Cataluña donde la pérdida de las colonias y su efecto económico ayudaron a fortalecer el sentimiento nacional. Para los políticos conservadores de Madrid y para los militares, sin embargo, nacionalismo equivalía a separatismo y a riesgo de disgregación de la Patria.
Por último, hay que mencionar el problema de Marruecos. Desde finales del siglo
XIX el interés por el reino norteafricano había ido aumentando. Tras el Desastre, la
posibilidad de reconstruir allí el imperio suscitó las esperanzas de los colonialistas españoles. Y España se embarcó en una aventura que le consumiría ingentes cantidades de tropas y recursos, y que, además de la pérdida de vidas y recursos materiales, contribuiría a envenenar el clima político y a agudizar la separación entre el Ejército y la sociedad civil.
3. Evolución política entre 1902 y 1914.
Hasta 1912 la tendencia principal de los gobiernos españoles estuvo marcada por los intentos de aplicar las reformas regeneracionistas, es decir, de reformar y modernizar España atacando todos sus males. Casi todos estos intentos fracasaron por las disputas internas entre los partidos y la corta duración de los gobiernos. Fue, por otro lado, un periodo muy inestable, en el que hubo continuos cambios de gabinete, con una media de cinco meses de duración.
a) Inestabilidad política desde 1902 a 1907.
El desastre de 1898 no tuvo importantes repercusiones políticas. Conservadores y liberales siguieron turnándose en el gobierno a pesar de la desaparición durante estos años de los autores del llamado “turno”: Cánovas murió en 1897 y Sagasta en 1903. Alfonso XIII accedió al trono en 1902 y entre este año y 1907 se produjo la primera quiebra del sistema de la Restauración.
Entre 1902 y 1905 gobernaron los conservadores, y entre 1905 y 1907 los liberales;
no obstante, en estos años hubo cinco gobiernos conservadores y cinco liberales. Este hecho traduce las divisiones internas de ambos partidos, motivadas básicamente por la lucha por el liderazgo: Fernández Villaverde y Maura entre los conservadores y Montero Ríos y Moret, y después Canalejas, entre los liberales. Debido a esta inestabilidad se vieron frustradas todas las tentativas de regeneración de la vida política.
b) El problema de los nacionalismos y su choque con el poder militar.
A raíz del desastre del 98 y ante la pérdida de mercados, el nacionalismo catalán cobró una mayor fuerza, incorporando a su movimiento a nuevos grupos sociales. En 1901, se había fundado la Lliga Regionalista, partido nacionalista liderado por Prat de la Riba y Francesc Cambó. Apoyada por las clases medias y altas de Cataluña, su crecimiento fue rápido y en 1905 ganó las elecciones municipales de forma aplastante. Este incremento era mal visto por el estamento militar que consideraba al catalanismo como meramente separatista.
El año 1905 se producirá el choque entre los militares y los nacionalistas catalanes.
En ese año el semanario satírico catalán Cu-cut! publicó un chiste antimilitarista. Unos trescientos oficiales de la guarnición de Barcelona decidieron vengar lo que consideraban un ataque directo y asaltaron las sedes de Cu-cut! y de la Veu de Catalunya, diario cercano a la Lliga Regionalista. Los autores de estos ataques, en lugar de ser castigados por indisciplina, recibieron el apoyo de las guarniciones del resto de España. La protesta fue más allá: el estamento militar exigió al Gobierno una ley de jurisdicciones, según la cual los delitos contra el Ejército y la patria quedarían bajo control de los tribunales militares. El gobierno liberal, presidido por Segismundo Moret, accedió a ello en 1906 en medio de disturbios y protestas en la calle. Esta nueva ley identificaba los delitos contra el Ejército, incluidas las injurias, como delitos contra la Patria, y los ponía bajo la jurisdicción militar. La “ley de jurisdicciones” desprestigió a los liberales. Su derogación se convirtió en la reivindicación clave de los partidos nacionalistas y republicanos y del movimiento obrero. Ayudó, además, a unir a las principales fuerzas nacionalistas catalanas, desde carlistas a republicanos, en Solidaritat Catalana, una plataforma que en 1907 obtuvo una contundente victoria electoral que hizo desaparecer casi por completo a los partidos liberal y Conservador en Cataluña. Con esta ley sufrió un retroceso importante una de las características de la Restauración de Cánovas: la primacía del poder civil sobre el militar.
c) Los inicios de la aventura marroquí.
España quería ganar prestigio a nivel internacional tras el desastre del 98. La
tradicional intervención española en el norte de África fue reconocida por Francia, en un momento en el que las potencias europeas se habían repartido ya el continente europeo y sólo quedaban algunos territorios por repartir. Junto al apoyo del ejército a favor de la intervención en el norte de Marruecos hemos de contar los intereses de la burguesía ante las perspectivas de negocio por la construcción de ferrocarriles y la explotación de las minas de hierro del Rif.
Después de un primer acuerdo franco-español en 1904, que otorgaba a España la
administración del Rif, el norte de Marruecos, en 1906 la Conferencia de Algeciras
concedió a ambos países el protectorado conjunto sobre el sultanato. Posteriores acuerdos reducirían aún más el exiguo territorio reconocido a España. En este periodo no se llevó a cabo ninguna operación miliar, España no hizo efectivos sus derechos.
d) El regeneracionismo de Maura (1907-1909).
Durante estos años se produjo el último intento por parte de los partidos dinásticos de renovarse y de afrontar los problemas reales de la sociedad española. Dos políticos de indudable talla, el conservador Antonio Maura (1907-1909) y el liberal José Canalejas (1910-1912) fueron los protagonistas de este impulso renovador, cuyo fracaso arrastró al propiosistema de la Restauración.
En enero de 1907 el rey nombró jefe de Gobierno a Antonio Maura, líder del Partido
Conservador. Sus intentos regeneracionistas quedarían expresados en la frase Hagamos la revolución desde arriba o nos la harán desde abajo, con ello dejaba claro que era necesaria una reforma en profundidad de la vida pública y la mejora de las condiciones de vida de las clases populares para evitar cualquier levantamiento popular que hiciera peligrar el sistema.
Maura emprendió un ambicioso programa de gobierno que incluyó una serie de medidas de
inversión pública, a través de la Ley de Protección de la Industria Nacional, el plan de reconstrucción naval -en la línea del rearme que las potencias europeas emprendían en plena carrera de armamentos-, y actuaciones dirigidas a mejorar la situación de la agricultura.
Para atender las demandas sociales, en 1908 se estableció el Instituto Nacional de
Previsión, antecedente de la Seguridad Social. También se reguló el descanso dominical y la jornada laboral de mujeres y niños.
En el terreno político, Maura apostaba por una reforma que atrajera a la “masa
neutra” del país hacia la política, rompiendo la indiferencia que denunciaron los
regeneracionistas y acabando con el caciquismo. Modificó la ley electoral para establecer el voto obligatorio y la proclamación automática de candidatos sin oposición.
Pero la más ambiciosa reforma de Maura era la nueva Ley de Administración Local,
por la que se creaban las mancomunidades, asociaciones de las Diputaciones de cada
región, un primer paso para un autogobierno regional. La ley contó con el respaldo de la Lliga, pero la resistencia de los representantes de la oligarquía impidió su aprobación. En el fondo, ni conservadores ni liberales estaban dispuestos a renunciar a los privilegios que les otorgaba el sistema caciquil y centralista.
e) La Semana Trágica de Barcelona (1909) y la confluencia de todos los
problemas.
En los primeros años del siglo Cataluña vivió un importante auge de las
movilizaciones obreras, protagonizado por los activos grupos anarquistas. En 1907 se creó Solidaridad Obrera -integrada por anarquistas, republicanos y socialistas- como alternativa a Solidaritat Catalana la fuerza política nacionalista y burguesa.
En esos años surgió un nuevo grupo político, el Partido Republicano Radical, dirigido
por Alejandro Lerroux que captó a una buena parte de las clases medias y de los trabajadores sobre todo entre los inmigrantes que llegaban a Barcelona y su cinturón industrial. Este partido restó fuerza al movimiento obrero, con un programa demagógico, anticlerical y españolista.
Otros factores de tensión en Barcelona fueron el anticlericalismo, patente en el
aumento de los ataques a la Iglesia por parte de la prensa y de la opinión pública, y el antimilitarismo, que se había incrementado enormemente desde la aprobación de la “ley de jurisdicciones”. A esa situación explosiva se unió, por último, la posición autoritaria de Maura.
Pero fueron la situación de Marruecos y los errores del Gobierno los que provocaron
la crisis. En julio de 1909, los miembros de algunas cabilas próximas a Melilla atacaron a los trabajadores españoles de una de las compañías mineras. El Gobierno Maura decidió enviar al ejército y aprovechar la ocasión para ensayar el plan de movilización de reservistas.
Ordenó la incorporación de éstos en Madrid y Barcelona. En ambas ciudades se produjeron fuertes protestas y manifestaciones protagonizadas por mujeres y madres de los alistados.
Días después se produjo el primer choque contra los marroquíes cerca de Melilla. Las
primeras noticias del desastre del Barranco del Lobo, que causó más de 1.200 bajas,
coincidieron con el inicio de una huelga general en Barcelona, el día 26, convocada por Solidaridad Obrera y respaldada por UGT. El paro fue total, y se declaró el estado de guerra, mientras la huelga se extendía a las ciudades industriales vecinas. Durante tres días se sucedieron asaltos y quemas de conventos, luchas callejeras, incendios y enfrentamientos entre huelguistas y miembros de la policía y el Ejército. Barcelona quedó aislada del exterior.
El balance fue de más de un centenar de muertos, numerosos heridos y edificios
destruidos. Luego llegaron las detenciones en masa y los juicios. El más grave fue el
procesamiento irregular, condena y ejecución del pedagogo y anarquista Francisco Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna. Hoy parece demostrado que no participó en los hechos. Su ejecución se produjo en medio de una oleada de protestas internacionales.
Las consecuencias de la Semana Trágica fueron importantes. Provocó la caída de
Maura, muy desprestigiado. Propició la Conjunción republicano-socialista, una alianza
electoral que en 1910 consiguió un gran éxito y otorgó el primer escaño en las Cortes a Pablo Iglesias. Y, en general, contribuyó a reforzar las organizaciones sociales y a extender la crítica al sistema político de la Restauración entre la opinión pública.
f) El Gobierno Canalejas, último intento regeneracionista (1910-1912).
Entre 1910 y 1912 dirigió el Gobierno José Canalejas, líder del Partido liberal.
Durante su mandato se suprimieron los consumos; se estableció el servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y se restringieron las exenciones de quintas; y se reguló el trabajo nocturno femenino. Las Cortes aprobaron también la “ley del candado”, por la que se prohibía durante dos años la instalación de nuevas comunidades religiosas. Se pretendía negociar en ese plazo un acuerdo con el Vaticano, pero nunca llegaría a ultimarse.
En 1912 Canalejas obtuvo su mayor éxito, cuando el Congreso aprobó la Ley de
Mancomunidades, que permitía un inicio de autogobierno y satisfacía las peticiones
catalanistas. Pero el jefe de Gobierno no llegó a ver aprobada la ley en el Senado: el 12 de noviembre caía asesinado en Madrid por los disparos de un radical anarquista. Con su muerte, se iniciará una etapa de crisis permanente en los dos partidos dinásticos.
1. Características de la vida política: la permanente inestabilidad.
El periodo que va de 1902 a 1923 transcurre en una permanente crisis política que afecta a los fundamentos mismos del sistema de la Restauración. Las causas de esa inestabilidad y de la incapacidad de los sucesivos gobiernos para superarla fueron muy diversas. Hay que mencionar, en primer lugar, la personalidad del rey. Alfonso XIII jugó desde el principio un papel activo: se implicó en los cambios de gobierno, participó en la acción política, y se rodeó del sector más conservador del generalato, por cuyas opiniones se dejó influir de forma continua. Su actitud de apoyo a la Dictadura sería decisiva para el descrédito final en que cayó la Monarquía.
Una segunda causa fue la división de los partidos del «turno», provocada por la
desaparición de los dirigentes históricos y las luchas entre los nuevos políticos emergentes por el control de sus grupos. Además, ni liberales ni conservadores tuvieron líderes claros, capaces de poner al día sus partidos.
El progresivo debilitamiento del caciquismo restó eficacia al falseamiento electoral.
Las denuncias de los regeneracionistas obligaron a limitar las manipulaciones en las zonas agrarias. Además, el mayor peso del voto de las ciudades, donde apenas era posible el fraude, fue poco a poco restando influencia a la corrupción política.
Como resultado, las mayorías en las Cortes fueron precarias. Al fraccionamiento
parlamentario contribuyó la aparición y el crecimiento de otros partidos políticos. Socialistas, radicales, republicanos y nacionalistas incrementaron cada vez más su fuerza electoral. Desde 1917, ningún partido era capaz de formar gobierno por sí solo, lo que llevó a recurrir a los gobiernos de concentración donde participan varios partidos.
2. Los grandes problemas del país.
A lo largo del reinado hubo una serie de grandes problemas que marcaron la vida política. El primero de ellos fue el aumento de las luchas sociales. En su origen están la mayor conciencia de clase de obreros y campesinos y el aumento de su capacidad de movilización. Ante las demandas obreras, la acción de los gobiernos fue escasa, y las posiciones cada vez más enfrentadas entre patronos y trabajadores hicieron más agudos los conflictos.
El segundo gran problema fue la reaparición de la cuestión religiosa, al agudizarse
las denuncias de sectores progresistas sobre el dominio que la Iglesia ejercía sobre la enseñanza y por el aumento significativo del número de religiosos. Socialistas, republicanos y un sector significativo del Partido Liberal reclamaron que se recortara su poder, que se limitara el número de congregaciones y que se regulara el matrimonio civil. El anticlericalismo se fue extendiendo en buena parte de la opinión pública urbana, y sobre todo entre las clases populares.
En tercer lugar resurgió el llamado problema militar. La guerra de 1898 había
demostrado la degradación de las Fuerzas Armadas, en las que sobraban oficiales y jefes y faltaban recursos materiales. A un estamento militar herido, que atribuía toda la responsabilidad de la derrota a los políticos y que reivindicaba la vuelta al papel protagonista que el Ejército había desempeñado en el siglo XIX, se enfrentaban sectores antimilitaristas y una prensa liberal hostil que acusaba a los militares de la derrota.
La cristalización de los movimientos nacionalistas vasco y catalán fue percibida
desde los partidos de turno como otro gran problema. El Desastre produjo en el País Vasco un incremento del nacionalismo. Pero fue sobre todo en Cataluña donde la pérdida de las colonias y su efecto económico ayudaron a fortalecer el sentimiento nacional. Para los políticos conservadores de Madrid y para los militares, sin embargo, nacionalismo equivalía a separatismo y a riesgo de disgregación de la Patria.
Por último, hay que mencionar el problema de Marruecos. Desde finales del siglo
XIX el interés por el reino norteafricano había ido aumentando. Tras el Desastre, la
posibilidad de reconstruir allí el imperio suscitó las esperanzas de los colonialistas españoles. Y España se embarcó en una aventura que le consumiría ingentes cantidades de tropas y recursos, y que, además de la pérdida de vidas y recursos materiales, contribuiría a envenenar el clima político y a agudizar la separación entre el Ejército y la sociedad civil.
3. Evolución política entre 1902 y 1914.
Hasta 1912 la tendencia principal de los gobiernos españoles estuvo marcada por los intentos de aplicar las reformas regeneracionistas, es decir, de reformar y modernizar España atacando todos sus males. Casi todos estos intentos fracasaron por las disputas internas entre los partidos y la corta duración de los gobiernos. Fue, por otro lado, un periodo muy inestable, en el que hubo continuos cambios de gabinete, con una media de cinco meses de duración.
a) Inestabilidad política desde 1902 a 1907.
El desastre de 1898 no tuvo importantes repercusiones políticas. Conservadores y liberales siguieron turnándose en el gobierno a pesar de la desaparición durante estos años de los autores del llamado “turno”: Cánovas murió en 1897 y Sagasta en 1903. Alfonso XIII accedió al trono en 1902 y entre este año y 1907 se produjo la primera quiebra del sistema de la Restauración.
Entre 1902 y 1905 gobernaron los conservadores, y entre 1905 y 1907 los liberales;
no obstante, en estos años hubo cinco gobiernos conservadores y cinco liberales. Este hecho traduce las divisiones internas de ambos partidos, motivadas básicamente por la lucha por el liderazgo: Fernández Villaverde y Maura entre los conservadores y Montero Ríos y Moret, y después Canalejas, entre los liberales. Debido a esta inestabilidad se vieron frustradas todas las tentativas de regeneración de la vida política.
b) El problema de los nacionalismos y su choque con el poder militar.
A raíz del desastre del 98 y ante la pérdida de mercados, el nacionalismo catalán cobró una mayor fuerza, incorporando a su movimiento a nuevos grupos sociales. En 1901, se había fundado la Lliga Regionalista, partido nacionalista liderado por Prat de la Riba y Francesc Cambó. Apoyada por las clases medias y altas de Cataluña, su crecimiento fue rápido y en 1905 ganó las elecciones municipales de forma aplastante. Este incremento era mal visto por el estamento militar que consideraba al catalanismo como meramente separatista.
El año 1905 se producirá el choque entre los militares y los nacionalistas catalanes.
En ese año el semanario satírico catalán Cu-cut! publicó un chiste antimilitarista. Unos trescientos oficiales de la guarnición de Barcelona decidieron vengar lo que consideraban un ataque directo y asaltaron las sedes de Cu-cut! y de la Veu de Catalunya, diario cercano a la Lliga Regionalista. Los autores de estos ataques, en lugar de ser castigados por indisciplina, recibieron el apoyo de las guarniciones del resto de España. La protesta fue más allá: el estamento militar exigió al Gobierno una ley de jurisdicciones, según la cual los delitos contra el Ejército y la patria quedarían bajo control de los tribunales militares. El gobierno liberal, presidido por Segismundo Moret, accedió a ello en 1906 en medio de disturbios y protestas en la calle. Esta nueva ley identificaba los delitos contra el Ejército, incluidas las injurias, como delitos contra la Patria, y los ponía bajo la jurisdicción militar. La “ley de jurisdicciones” desprestigió a los liberales. Su derogación se convirtió en la reivindicación clave de los partidos nacionalistas y republicanos y del movimiento obrero. Ayudó, además, a unir a las principales fuerzas nacionalistas catalanas, desde carlistas a republicanos, en Solidaritat Catalana, una plataforma que en 1907 obtuvo una contundente victoria electoral que hizo desaparecer casi por completo a los partidos liberal y Conservador en Cataluña. Con esta ley sufrió un retroceso importante una de las características de la Restauración de Cánovas: la primacía del poder civil sobre el militar.
c) Los inicios de la aventura marroquí.
España quería ganar prestigio a nivel internacional tras el desastre del 98. La
tradicional intervención española en el norte de África fue reconocida por Francia, en un momento en el que las potencias europeas se habían repartido ya el continente europeo y sólo quedaban algunos territorios por repartir. Junto al apoyo del ejército a favor de la intervención en el norte de Marruecos hemos de contar los intereses de la burguesía ante las perspectivas de negocio por la construcción de ferrocarriles y la explotación de las minas de hierro del Rif.
Después de un primer acuerdo franco-español en 1904, que otorgaba a España la
administración del Rif, el norte de Marruecos, en 1906 la Conferencia de Algeciras
concedió a ambos países el protectorado conjunto sobre el sultanato. Posteriores acuerdos reducirían aún más el exiguo territorio reconocido a España. En este periodo no se llevó a cabo ninguna operación miliar, España no hizo efectivos sus derechos.
d) El regeneracionismo de Maura (1907-1909).
Durante estos años se produjo el último intento por parte de los partidos dinásticos de renovarse y de afrontar los problemas reales de la sociedad española. Dos políticos de indudable talla, el conservador Antonio Maura (1907-1909) y el liberal José Canalejas (1910-1912) fueron los protagonistas de este impulso renovador, cuyo fracaso arrastró al propiosistema de la Restauración.
En enero de 1907 el rey nombró jefe de Gobierno a Antonio Maura, líder del Partido
Conservador. Sus intentos regeneracionistas quedarían expresados en la frase Hagamos la revolución desde arriba o nos la harán desde abajo, con ello dejaba claro que era necesaria una reforma en profundidad de la vida pública y la mejora de las condiciones de vida de las clases populares para evitar cualquier levantamiento popular que hiciera peligrar el sistema.
Maura emprendió un ambicioso programa de gobierno que incluyó una serie de medidas de
inversión pública, a través de la Ley de Protección de la Industria Nacional, el plan de reconstrucción naval -en la línea del rearme que las potencias europeas emprendían en plena carrera de armamentos-, y actuaciones dirigidas a mejorar la situación de la agricultura.
Para atender las demandas sociales, en 1908 se estableció el Instituto Nacional de
Previsión, antecedente de la Seguridad Social. También se reguló el descanso dominical y la jornada laboral de mujeres y niños.
En el terreno político, Maura apostaba por una reforma que atrajera a la “masa
neutra” del país hacia la política, rompiendo la indiferencia que denunciaron los
regeneracionistas y acabando con el caciquismo. Modificó la ley electoral para establecer el voto obligatorio y la proclamación automática de candidatos sin oposición.
Pero la más ambiciosa reforma de Maura era la nueva Ley de Administración Local,
por la que se creaban las mancomunidades, asociaciones de las Diputaciones de cada
región, un primer paso para un autogobierno regional. La ley contó con el respaldo de la Lliga, pero la resistencia de los representantes de la oligarquía impidió su aprobación. En el fondo, ni conservadores ni liberales estaban dispuestos a renunciar a los privilegios que les otorgaba el sistema caciquil y centralista.
e) La Semana Trágica de Barcelona (1909) y la confluencia de todos los
problemas.
En los primeros años del siglo Cataluña vivió un importante auge de las
movilizaciones obreras, protagonizado por los activos grupos anarquistas. En 1907 se creó Solidaridad Obrera -integrada por anarquistas, republicanos y socialistas- como alternativa a Solidaritat Catalana la fuerza política nacionalista y burguesa.
En esos años surgió un nuevo grupo político, el Partido Republicano Radical, dirigido
por Alejandro Lerroux que captó a una buena parte de las clases medias y de los trabajadores sobre todo entre los inmigrantes que llegaban a Barcelona y su cinturón industrial. Este partido restó fuerza al movimiento obrero, con un programa demagógico, anticlerical y españolista.
Otros factores de tensión en Barcelona fueron el anticlericalismo, patente en el
aumento de los ataques a la Iglesia por parte de la prensa y de la opinión pública, y el antimilitarismo, que se había incrementado enormemente desde la aprobación de la “ley de jurisdicciones”. A esa situación explosiva se unió, por último, la posición autoritaria de Maura.
Pero fueron la situación de Marruecos y los errores del Gobierno los que provocaron
la crisis. En julio de 1909, los miembros de algunas cabilas próximas a Melilla atacaron a los trabajadores españoles de una de las compañías mineras. El Gobierno Maura decidió enviar al ejército y aprovechar la ocasión para ensayar el plan de movilización de reservistas.
Ordenó la incorporación de éstos en Madrid y Barcelona. En ambas ciudades se produjeron fuertes protestas y manifestaciones protagonizadas por mujeres y madres de los alistados.
Días después se produjo el primer choque contra los marroquíes cerca de Melilla. Las
primeras noticias del desastre del Barranco del Lobo, que causó más de 1.200 bajas,
coincidieron con el inicio de una huelga general en Barcelona, el día 26, convocada por Solidaridad Obrera y respaldada por UGT. El paro fue total, y se declaró el estado de guerra, mientras la huelga se extendía a las ciudades industriales vecinas. Durante tres días se sucedieron asaltos y quemas de conventos, luchas callejeras, incendios y enfrentamientos entre huelguistas y miembros de la policía y el Ejército. Barcelona quedó aislada del exterior.
El balance fue de más de un centenar de muertos, numerosos heridos y edificios
destruidos. Luego llegaron las detenciones en masa y los juicios. El más grave fue el
procesamiento irregular, condena y ejecución del pedagogo y anarquista Francisco Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna. Hoy parece demostrado que no participó en los hechos. Su ejecución se produjo en medio de una oleada de protestas internacionales.
Las consecuencias de la Semana Trágica fueron importantes. Provocó la caída de
Maura, muy desprestigiado. Propició la Conjunción republicano-socialista, una alianza
electoral que en 1910 consiguió un gran éxito y otorgó el primer escaño en las Cortes a Pablo Iglesias. Y, en general, contribuyó a reforzar las organizaciones sociales y a extender la crítica al sistema político de la Restauración entre la opinión pública.
f) El Gobierno Canalejas, último intento regeneracionista (1910-1912).
Entre 1910 y 1912 dirigió el Gobierno José Canalejas, líder del Partido liberal.
Durante su mandato se suprimieron los consumos; se estableció el servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y se restringieron las exenciones de quintas; y se reguló el trabajo nocturno femenino. Las Cortes aprobaron también la “ley del candado”, por la que se prohibía durante dos años la instalación de nuevas comunidades religiosas. Se pretendía negociar en ese plazo un acuerdo con el Vaticano, pero nunca llegaría a ultimarse.
En 1912 Canalejas obtuvo su mayor éxito, cuando el Congreso aprobó la Ley de
Mancomunidades, que permitía un inicio de autogobierno y satisfacía las peticiones
catalanistas. Pero el jefe de Gobierno no llegó a ver aprobada la ley en el Senado: el 12 de noviembre caía asesinado en Madrid por los disparos de un radical anarquista. Con su muerte, se iniciará una etapa de crisis permanente en los dos partidos dinásticos.
domingo, 21 de marzo de 2010
lunes, 15 de marzo de 2010
PARA ABRIR BOCA, Y A MODO DE RESUMEN...
Publicado por MANUEL en 17:17 0 comentariosLA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN (1898-1931).
La crisis de la Restauración coincide aproximadamente con el reinado efectivo de Alfonso XIII, quien accedió al trono en 1902, y se enmarca entre dos fechas emblemáticas: el desastre del 98 y la caída de la monarquía en 1931. El periodo se caracteriza esencialmente por una crisis política permanente y una constante agitación social.
La crisis política está asociada a la incapacidad del sistema del turno de partidos (la revolución desde arriba) para hacer frente a los graves problemas de España: el retraso social y cultural del país, la corrupción política y la ineficacia del ejército. La pérdida de las colonias marca el punto culminante de dicha ineficacia al tiempo que favorece la difusión de los valores ideológicos del regeneracionismo (Joaquín Costa) entre la nueva casta política: Fco. Silvela, Antonio Maura y Eduardo Dato por los conservadores, y Montero Ríos, José Canalejas o Romanones por los liberales. Los esfuerzos por llevar a cabo un programa reformista desde ambos sectores políticos se vieron truncados desde las posturas más extremistas, la oligarquía terrateniente, el ejército y los partidos obreros: se anularon los intentos por legitimar la vida política, agilizar la administración local, descentralizar el poder y fomentar la economía.
La llamada de reservistas para combatir en la guerra de Marruecos de 1909 desencadenó una huelga de protesta que acabó en la Semana Trágica de Barcelona, una oleada de saqueos e incendios que sacudió especialmente Cataluña y terminó con una fuerte represión militar y la ejecución de varias penas de muerte. Lejos de desaparecer y a pesar de un breve proceso de bonanza económica como consecuencia de la neutralidad española en la I Guerra Mundial, la crisis social fue en aumento hasta el estallido de la gran conmoción revolucionaria de 1917, iniciada con la creación de las Juntas de Defensa para la mejora de las condiciones del ejército (junio), seguida de la formación de una Asamblea de Parlamentarios –al margen de las Cortes- que solicitaba la modificación de la obsoleta constitución de 1876 (julio) y culminada por la huelga general de agosto, que contó con el apoyo de la UGT, CNT, PSOE y los partidos republicanos.
El periodo de 1918 a 1923 se caracterizó por la fragmentación de los partidos dinásticos (conservadores y liberales) y la inestabilidad gubernamental, que culminarían en 1923 en el golpe de estado de Primo de Rivera. Se suceden rápidamente gobiernos de concentración -hasta 12, la mayor parte presididos por García Prieto y Maura- que, sin embargo, se revelan incapaces de frenar la creciente presencia del ejército en la vida pública, la conflictividad obrera, el caciquismo, la tendencia al faccionalismo de los partidos, el creciente autonomismo y el controvertido papel del rey. Durante estos años se producen decenas de atentados y en marzo de 1921 Dato –por entonces en la presidencia- es asesinado por anarquistas catalanes. Ese mismo año, entre julio y agosto, ocurre el desastre militar en Annual (Marruecos). La derrota provoca una terrible crisis política que implica al gobierno, a los altos mandos militares y al propio soberano. El gobierno de Manuel Allendesalazar se ve obligado a dimitir y el rey, encarga a Maura formar un gobierno de concentración nacional del que forman parte todos los grupos políticos. Este gobierno estará dividido entre quienes deseaban una intervención más decidida en Marruecos y los partidarios del abandono de la guerra.
La acumulación de graves problemas que los sucesivos gobiernos se mostraron incapaces de afrontar: Marruecos, agitación social, reivindicaciones nacionalistas y regeneración del sistema político, provocaron una crítica cada vez mayor de las fuerzas republicanas y obreristas. En estas circunstancias, en la noche del 12 al 13 de septiembre de 1923, el capital general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera llevó a cabo un pronunciamiento en Barcelona, declaró el estado de guerra y suspendió la constitución. El rey sancionó el golpe y nombró a Primo presidente de un directorio –militar, primero, y civil, después- que gobernó el país durante los siguientes siete años hasta la proclamación de la II República en 1931.
La crisis de la Restauración coincide aproximadamente con el reinado efectivo de Alfonso XIII, quien accedió al trono en 1902, y se enmarca entre dos fechas emblemáticas: el desastre del 98 y la caída de la monarquía en 1931. El periodo se caracteriza esencialmente por una crisis política permanente y una constante agitación social.
La crisis política está asociada a la incapacidad del sistema del turno de partidos (la revolución desde arriba) para hacer frente a los graves problemas de España: el retraso social y cultural del país, la corrupción política y la ineficacia del ejército. La pérdida de las colonias marca el punto culminante de dicha ineficacia al tiempo que favorece la difusión de los valores ideológicos del regeneracionismo (Joaquín Costa) entre la nueva casta política: Fco. Silvela, Antonio Maura y Eduardo Dato por los conservadores, y Montero Ríos, José Canalejas o Romanones por los liberales. Los esfuerzos por llevar a cabo un programa reformista desde ambos sectores políticos se vieron truncados desde las posturas más extremistas, la oligarquía terrateniente, el ejército y los partidos obreros: se anularon los intentos por legitimar la vida política, agilizar la administración local, descentralizar el poder y fomentar la economía.
La llamada de reservistas para combatir en la guerra de Marruecos de 1909 desencadenó una huelga de protesta que acabó en la Semana Trágica de Barcelona, una oleada de saqueos e incendios que sacudió especialmente Cataluña y terminó con una fuerte represión militar y la ejecución de varias penas de muerte. Lejos de desaparecer y a pesar de un breve proceso de bonanza económica como consecuencia de la neutralidad española en la I Guerra Mundial, la crisis social fue en aumento hasta el estallido de la gran conmoción revolucionaria de 1917, iniciada con la creación de las Juntas de Defensa para la mejora de las condiciones del ejército (junio), seguida de la formación de una Asamblea de Parlamentarios –al margen de las Cortes- que solicitaba la modificación de la obsoleta constitución de 1876 (julio) y culminada por la huelga general de agosto, que contó con el apoyo de la UGT, CNT, PSOE y los partidos republicanos.
El periodo de 1918 a 1923 se caracterizó por la fragmentación de los partidos dinásticos (conservadores y liberales) y la inestabilidad gubernamental, que culminarían en 1923 en el golpe de estado de Primo de Rivera. Se suceden rápidamente gobiernos de concentración -hasta 12, la mayor parte presididos por García Prieto y Maura- que, sin embargo, se revelan incapaces de frenar la creciente presencia del ejército en la vida pública, la conflictividad obrera, el caciquismo, la tendencia al faccionalismo de los partidos, el creciente autonomismo y el controvertido papel del rey. Durante estos años se producen decenas de atentados y en marzo de 1921 Dato –por entonces en la presidencia- es asesinado por anarquistas catalanes. Ese mismo año, entre julio y agosto, ocurre el desastre militar en Annual (Marruecos). La derrota provoca una terrible crisis política que implica al gobierno, a los altos mandos militares y al propio soberano. El gobierno de Manuel Allendesalazar se ve obligado a dimitir y el rey, encarga a Maura formar un gobierno de concentración nacional del que forman parte todos los grupos políticos. Este gobierno estará dividido entre quienes deseaban una intervención más decidida en Marruecos y los partidarios del abandono de la guerra.
La acumulación de graves problemas que los sucesivos gobiernos se mostraron incapaces de afrontar: Marruecos, agitación social, reivindicaciones nacionalistas y regeneración del sistema político, provocaron una crítica cada vez mayor de las fuerzas republicanas y obreristas. En estas circunstancias, en la noche del 12 al 13 de septiembre de 1923, el capital general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera llevó a cabo un pronunciamiento en Barcelona, declaró el estado de guerra y suspendió la constitución. El rey sancionó el golpe y nombró a Primo presidente de un directorio –militar, primero, y civil, después- que gobernó el país durante los siguientes siete años hasta la proclamación de la II República en 1931.
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